El principal componente de cualquier bebida alcohólica es el etanol o alcohol etílico (en química simbolizado como CH3CH2OH). El origen del etanol tuvo lugar hace ya muchos años gracias a la fermentación anaeróbica, sin oxígeno, en una disolución de azúcares con levaduras.
En este punto es importante recalcar que el etanol no es un estimulante sino un depresor del sistema nervioso central. Los efectos inmediatos de su consumo son la euforia y la desinhibición de conducta dado que la sustancia afecta a los centros cerebrales responsables del autocontrol. Básicamente y para que se entienda: el alcohol adormece las funciones cerebrales y sensoriales.
Una vez sabido esto diremos que existe un sinfín de bebidas alcohólicas diferentes y cada una de ellas integra unos elementos químicos u otros que consiguen teñir la bebida de un color determinado, darle un sabor y olor específico y otra serie de características variadas.
Tipos de bebidas alcohólicas y composición
Las bebidas alcohólicas pueden clasificarse atendiendo al origen de su composición. Así, tenemos bebidas fermentadas o bebidas destiladas:
Las bebidas fermentadas como la cerveza, el vino o la sidra proceden de la fermentación natural de azúcares de frutas de distinto tipo como son las uvas o las manzanas. En el caso de la cerveza natural, la concentración de alcohol no supera el 6% pero en el caso de vinos y otros similares el contenido en alcohol puede llegar al 20%.
Las bebidas destiladas como el ron, el tequila, el whisky o el vodka no proceden directamente de un proceso de producción en base a los azúcares de una fruta determinada.
¿Qué es el Alcohol?
El alcohol es una droga que deprime el sistema nervioso central, es decir, que enlentece las funciones del cerebro. El alcohol afecta a la capacidad de autocontrol, por lo que puede confundirse con un estimulante.
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